"Escuchen antes de hablar o fracasarán".
Escuchar a los hijos, no es lo mismo que hablar a los hijos, cada cosa tiene su momento adecuado, para que no termine el hablar, sin escuchar, en un monólogo de los padres, echándoles una pesada bronca.
18 Conceptos para escuchar bien a los hijos:
- Comunicar a los hijos que los padres, a todas horas y bajo cualquier circunstancia, siempre quieren y están dispuestos a escucharles y de forma muy positiva, para que se produzca un verdadero intercambio de sentimientos y no de interrogatorios o monosílabos, que la mayoría de las veces quieren decir, “déjame en paz y cállate”.
- Hacerles participes en los temas familiares, de las alegrías, penas, discusiones, objetivos, planes, presupuestos, situación económica, etc. Esto les acostumbrará a ir dando sus opiniones, a ser cada vez más abiertos a darlas, y a los padres a tener que escucharles por haberles preguntado.
- Demostrarles confianza al pedirles su opinión, y si es conveniente delegarles responsabilidades y decisiones, procedentes de sus opiniones.
- Contarles cómo nos sentimos ante determinadas situaciones, en las que ellos estén implicados o no, para que vean que no es difícil expresar los sentimientos, opiniones, alegrías, cansancios y dificultades y que se adquiere una gran paz interior, cuando se comparten las cosas a su debido tiempo, circunstancias y personas.
- Hablarles de que todos queremos ser escuchados, pero sin tener que ser juzgados y sentenciados continuamente, por nuestros actos u opiniones. Si los hijos tienen bien claro, que les vamos a escuchar sin juzgar, seguramente estarán más dispuestos a hablar, que a quedarse callados. Los padres deben fomentar estas situaciones, para escucharles con mucha atención. Es muy bueno empezar desde pequeños, con temas a su alcance mental, para crear costumbre.
- Ponerles más atención cuando hay algún problema grave, que pueda ser por un mal comportamiento de los hijos, por un problema de los padres o de la familia en conjunto. Hay que escucharles muy atentamente, lo que quieren decir y cómo lo quieren decir.
- No retrasarse en preguntar lo que haya que preguntar, aunque no quiera escuchar lo que supuestamente va a escuchar. Es preferible ser un padre que escucha, aunque duela, a ser un padre que ignora.
- Exija escuchar las explicaciones que los hijos deban darle, quieran o no quieran, les guste o no les guste hacerlo. La autoridad paternal en materia familiar, moral y social, no debe ser disminuida, excluida, anulada ni abolida bajo ningún concepto y mucho menos, en función de lo que los padres tienen y deben escuchar.
- Escuchen los cónyuges a los hijos, por separado o unidos, con la misma línea de amor y de exigencia hacia ellos, principalmente en las normas transcendentales de obligado cumplimiento personal, familiar, moral y social.
- Escuchen bien a los hijos, pero tengan mucho cuidado, si los hijos les tienden la trampa de “divide y vencerás” o si ya conocen los puntos flacos de cada uno de los cónyuges, y siempre se dirigen hacia el más débil, para conseguir lo que con el otro cónyuge, no conseguirían. Si fuera necesario, escuchen como hacen los policías, haciendo uno de bueno y otro de malo, pero siempre unidos, por el bien de los hijos.
- No tengan miedo de escuchar a sus hijos lo que tengan que decirles, pues como padres, tienen que estar a las duras y a las maduras. No hay nada entre padres e hijos, que con buena voluntad no pueda solucionarse. Las causas de los miedos y sus efectos devastadores, suelen ser productos de las dudas, justificadas o no. Pero los miedos la mayoría de las veces desaparecen, cuando se saben los verdaderos motivos que los han causado.
- Dialogar con el lenguaje del silencio, suele ser muy efectivo. Muchas veces es necesario escuchar, sin hablar, ni una sola palabra, dejando paso a que los hijos se expliquen o desahoguen, sin interrumpirles en lo más mínimo. No se preocupen si los hijos empiezan con un monólogo, poco a poco irán abriéndose cada vez más, al pedir ellos mismos respuestas a sus preguntas.
- Tengan en cuenta que las palabras dichas de más, enredan las que se han dicho justas, y las dichas de menos, confunden con lo que falta por decir.
- Olvídense del orgullo equivocado, que no sirve nada más, que para crear o mantener enconos, pues los oídos de los padres, se han hecho para entender con amor y son la puerta de los grandes abrazos.
- Tienen que aprender a perder un poco para ganar un mucho, aunque nada más oiga medias respuestas.
- El secreto de saber escuchar bien, sirve para saber hablar bien.
- Por muy amargo que sea el tener que escuchar, la clase de veneno que han elegido para suicidarse, poco a poco o muy deprisa, siempre se les podrá dar soluciones u opciones, para salir de los infiernos, que producen determinadas adicciones.
- Si el tema que escuchan requiere una respuesta inmediata, y si esta es muy grave o difícil, no duden en pedir un aplazamiento para estudiarla, consultarla y armarla antes de decirla. Si la dicen con precipitación, a lo peor ya no tiene remedio y se convierten en “esclavos de sus palabras y no, en dueños de sus silencios
Qué buen vasallo sería si tuviera un buen señor. Este antiguo dicho, puede traducirse hoy por: Qué buen hijo sería si tuviera un buen padre. Normalmente a padres buenos, siempre corresponden hijos buenos. Los hijos nacen buenos, se hacen malos, cuando los padres o en su defecto la sociedad, no los educa. No les escuchan lo que continuamente quieren decir, aunque lo estén gritando. Padres, estén atentos, pues algunas veces, llegan tarde a escuchar a sus hijos. Otros amigos, bandas, gangas o malévolas organizaciones, se encargan de escucharlos y hablarles, para llevarlos hacia el mal.
Tomado de la web si sabes de alguien a quien pudiera serle de utilidad no dudes en compartirlo, por una sociedad con jovenes y niños sanos mental y espiruatualment. pero sobre todo, con padres cocientes y educados.