Vivir es sentir, sin amarguras, todas las edades, hasta que llega la muerte. Margaret Tatcher
Si no aceptamos que hemos venido a sentir, nos estamos perdiendo parte de la vida: no sentir es no vivir. El que no quiere sentir está, consciente o inconscientemente, rechazando la vida. Ser más sensible no es ser más vulnerable, sino más rico, que es el que puede sentir más. Por ejemplo el que tiene el oído más fino tiene más capacidad y más posibilidades porque escucha una gama más amplia de sonidos. El que siente más vive con más profundidad, y eso le permite aceptar más de la vida. Es de ese sentir con intensidad de donde viene la fuerza para vivir totalmente el instante presente, es extásico.
Hemos confundido el sentir con el sufrir y es importante distinguir entre estas dos experiencias: sufrir es la resistencia a sentir. Si uno siente amor y la mente le dice que no lo puede sentir, aparece el sufrimiento. Sentir es la emoción que nos inunda a través de cómo percibimos nuestra vida y nuestras relaciones. La mente intenta impedir o frenar este sentir porque tiene miedo. Es como intentar cerrar la puerta de las emociones para no dejarlas entrar. El sufrimiento es el choque entre la mente y el corazón: la mente cerrando la puerta y el corazón empujando para entrar. El sufrimiento nos consume, corroe y destruye; es un sufrimiento inútil, porque el corazón siempre acaba arrancando la puerta. El sufrimiento es el esfuerzo que hacemos por evitar lo inevitble: sentir y amar.
con amor
Diana Regueira
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